EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
¿CUANDO VAN A CREAR LA DEFENSORIA DEL PUEBLO EN CUBA?
La espada de la contralora no toca a revolucionarios “A”
Para la élite y los favorecidos no tiene sentido la arenga de Gladys Bejerano.
febrero 27, 2012
La clase privilegiada cubana dista mucho de ser un oscuro Coronel que al no querer (o no poder) enfrentarse a la verdad, asegura servir a su Patria y sostener a La Revolución; tampoco es ese funcionario que intentando ganar más, abandona su vergüenza o ejerce fingiendo ser fiel.
Para entender el detalle, debemos recordar que hace tan solo unos días, la contralora general de la Republica de Cuba, señora Gladys Bejerano, consideró públicamente que “en el combate contra la corrupción, las ilegalidades y las indisciplinas en las empresas estatales de la isla, son claves el control, la prevención y la participación imprescindible de la comunidad. La tarea de enfrentar la corrupción, y procurar el control de los recursos del Estado es un asunto de los revolucionarios”.
La honestidad es irrelevante cuando se actúa por necesidad. No es secreto que un excelente soldado es aquel que calla o disfraza su opinión, cuando recibe una orden. Es sabido que las promesas que por años edulcoraron el discurso de la dirigencia cubana, por ser rancias, incumplidas y repetitivas, cayeron todas al olvido y dejaron a su paso una estela de desidia y corruptela.
Admitiendo las palabras de la funcionaria cubana como justas, recuerdo que hace algún tiempo vi a un General, en aquel momento, segundo secretario del partido, asaltante al Moncada, originario de Birán, asiático descendiente, expedicionario del Granma, Comandante de la Sierra, ambivalente en el llano, y hermano menor de Fidel; rodeado de ciertas personas que obsesionados con la eternidad, confundían el respeto con la popularidad.
Ustedes son Revolucionarios clase “A” - decía aceptando sonrisas como gesto de obediencia, el entonces Ministro de Las FAR, y acto seguido dictó - pero nosotros, los dirigentes cubanos, somos La Revolución.
Un grupo exiguo, todos pertenecen a la misma cofrade, y profesan lealtad a Raúl, también comparten la enfermedad del eterno poder, y la obcecación de ocupar puestos claves. Entre estos especimenes convertidos en espiral de decadencia, se encontraban Machado Ventura, Lusson, Cintras Frías, Adel Izquierdo Rodríguez, y Ulises Rosales. Esos fulanos sin decoro, hace muchos años abandonaron la dignidad, y en pago reciben protección y el derecho a castigar sin cuestionar.
Las regalías en Cuba son otorgadas respetando estrictamente el grado de confiabilidad, obediencia o parentesco. Van desde una bicicleta nueva, un auto Lada, Geely o BMW. Para unos sabe a cerveza, para otros a Chateu Laffite.
Si para el actual Presidente, maestro del año sabático transformado en mercader, y ávido de recibir plegarias; existen revolucionarios “A”; para la élite y los favorecidos no tiene sentido la arenga de La Contralora, ellos hace mucho se divorciaron de la llamada revolución, algunos ni siquiera la conocen, es más, me atrevería asegurar que no es tema a debatir en ningún almuerzo de familia. No es importante ni les quita el sueño la cuestión de la corrupción y las ilegalidades, porque nacieron dentro de ellas. Eso les toca a los revolucionarios B, C, y hasta la Z.
Para entender el detalle, debemos recordar que hace tan solo unos días, la contralora general de la Republica de Cuba, señora Gladys Bejerano, consideró públicamente que “en el combate contra la corrupción, las ilegalidades y las indisciplinas en las empresas estatales de la isla, son claves el control, la prevención y la participación imprescindible de la comunidad. La tarea de enfrentar la corrupción, y procurar el control de los recursos del Estado es un asunto de los revolucionarios”.
La honestidad es irrelevante cuando se actúa por necesidad. No es secreto que un excelente soldado es aquel que calla o disfraza su opinión, cuando recibe una orden. Es sabido que las promesas que por años edulcoraron el discurso de la dirigencia cubana, por ser rancias, incumplidas y repetitivas, cayeron todas al olvido y dejaron a su paso una estela de desidia y corruptela.
Admitiendo las palabras de la funcionaria cubana como justas, recuerdo que hace algún tiempo vi a un General, en aquel momento, segundo secretario del partido, asaltante al Moncada, originario de Birán, asiático descendiente, expedicionario del Granma, Comandante de la Sierra, ambivalente en el llano, y hermano menor de Fidel; rodeado de ciertas personas que obsesionados con la eternidad, confundían el respeto con la popularidad.
Ustedes son Revolucionarios clase “A” - decía aceptando sonrisas como gesto de obediencia, el entonces Ministro de Las FAR, y acto seguido dictó - pero nosotros, los dirigentes cubanos, somos La Revolución.
Un grupo exiguo, todos pertenecen a la misma cofrade, y profesan lealtad a Raúl, también comparten la enfermedad del eterno poder, y la obcecación de ocupar puestos claves. Entre estos especimenes convertidos en espiral de decadencia, se encontraban Machado Ventura, Lusson, Cintras Frías, Adel Izquierdo Rodríguez, y Ulises Rosales. Esos fulanos sin decoro, hace muchos años abandonaron la dignidad, y en pago reciben protección y el derecho a castigar sin cuestionar.
Las regalías en Cuba son otorgadas respetando estrictamente el grado de confiabilidad, obediencia o parentesco. Van desde una bicicleta nueva, un auto Lada, Geely o BMW. Para unos sabe a cerveza, para otros a Chateu Laffite.
Si para el actual Presidente, maestro del año sabático transformado en mercader, y ávido de recibir plegarias; existen revolucionarios “A”; para la élite y los favorecidos no tiene sentido la arenga de La Contralora, ellos hace mucho se divorciaron de la llamada revolución, algunos ni siquiera la conocen, es más, me atrevería asegurar que no es tema a debatir en ningún almuerzo de familia. No es importante ni les quita el sueño la cuestión de la corrupción y las ilegalidades, porque nacieron dentro de ellas. Eso les toca a los revolucionarios B, C, y hasta la Z.
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