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Mensaje para el tercer ojo o el G2
Carolina BarrosMiércoles, 2 de noviembre de 2011
Periodistas, investigadores y lectores esten prevenidos. No se distraigan: chequeen. Hay pícaros en la red que buscan hacer campaña pro-Chavez. ¿De que manera? Tergiversando, inventando toscos conceptos y argumentos, para adjudicárselos después a críticos de la revolución bolivariana. Otra manera de continuar con la robolución
Este reporte será autobiográfico, algo que no debemos hacer los periodistas. Pero corresponde que informe a propios y ajenos sobre lo que me ocurrió: algún servicio de inteligencia pícaro (y, como se verá, finalmente bastante burdo e ineficiente) hackeó un intercambio de mails entre esta periodista y una experta analista venezolana en los que yo le pedía su opinión para ser publicada en un artículo que estaba escribiendo.
El domingo 30 por la tarde, desde Buenos Aires, envié un e-mail a Rocío San Miguel, analista en temas militares y constitucionales y reconocida en Venezuela y Latinoamérica por su valentía y posición crítica a los excesos del régimen chavista. En el correo le pedía a la Dra San Miguel su opinión sobre el aumento del 50% a las FF.AA. concedido por Hugo Chávez. Al rato, por correo electrónico, San Miguel me contestaba que estaba de viaje pero que antes de una hora me enviaría algunos comentarios escritos. Nada raro, nada inusual: no iba a ser ni la primera ni última vez que ella atendiese a mis reclamos periodísticos desde fuera de Venezuela.
El texto prometido llegó puntual. Pero, curioso (curioso ahora, en ese momento ni me percaté de la “curiosidad”) no estaba copiado sobre la cadena de e-mails de ida y vuelta. A los pocos minutos, llegó otro mail, también con la dirección de Rocío San Miguel en el que “ella” me pedía le enviase el link de mi artículo una vez estuviese publicado. Tampoco esa insistencia me llamó la atención.
Lo que sí fue descomunalmente creativo fue el texto supuestamentre enviado por San Miguel, que recién pude apreciar en su totalidad en la noche, cuando lo leí otra vez para incluirlo en el artículo que me disponía a redactar. En una primera leída, a vuelo de pajaro, había pasado por un “San Miguel” pero en la segunda lectura, algunos conceptos de trazo demasiado grueso llamaron mi atención: ¿Por qué Rocío San Miguel destacaba con tanto énfasis una perogrullada tal como que Chávez era el comandante en jefe de las FF.AA. bolivarianas?, ¿Por qué razón destacaba que Chávez hacía de negociador en representación de las FF.AA., que no “cuentan con sindicatos que negocien un contrato colectivo (sic)”?, ¿por qué razón decía que la Constitución venezolana (o lo que queda todavía de ella) era un modelo de “avanzada”?, ¿por qué alababa un disparate digno de Disney como el Referendo Revocatorio Presidencial?
Antes de volverme más loca, googleé la web para constatar si Rocío San Miguel había vertido conceptos parecidos a los que me habían llegado por mail. No había nada de ese tenor en la web. Reenvié el mail trucho (en Argentina, “trucho” es falso) a dos sesudos amigos venezolanos: uno de ellos encontró a Rocío, quien, por teléfono, avisó que no había recibido ningún correo electrónico mío y que nunca se había enterado de mi solicitud de entrevista hasta ese momento. Y que menos todavía habia escrito una sola palabra de lo que supuestamente me había llegado desde su direccion de correo.
Conclusión: Periodistas, investigadores y lectores ESTEN PREVENIDOS. No se distraigan: chequeen. Hay pícaros en la red que buscan hacer campaña pro-Chavez. ¿De que manera? Tergiversando, inventando toscos conceptos y argumentos, para adjudicárselos después a críticos de la revolución bolivariana. Otra manera de continuar con la robolución.
Estemos prevenidos: en mi caso, no debería extrañarme. Estuve en Cuba en enero de 2011: fui visitada en el hotel en el que me hospedaba en La Habana por dos enviados del gobierno castrista (uno en uniforme de teniente coronel y adscripto al Ministerio de Interior, el otro se presentó como Policía político) para interrogarme sobre mi amistad con Yoani Sanchez y para prevenirme acerca de que Cuba era un país libre, pero donde los turistas no debíamos mezclarnos con disidentes. No debería extrañarme que mi casilla de correo esté en la mira de algunos cuasi redactores, cuasi periodistas arteros: el embajador de Cuba en Argentina está empeñado en hacerle notar al CEO del Grupo Ambito, el grupo periodístico donde trabajo, que mis notas son tendenciosas y que las referidas a Cuba tergiversan la realidad. También ha enviado misivas en las que dice que a Yoani Sanchez, mi amiga, no la conoce nadie.
Por eso, pongan cuidado. Por más que parezca ser, a veces nada es lo que parece. Sobre todo cuando un ominoso año 13 preanuncia vientos de cambio.
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