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Ponen fin a otro proyecto de Fidel Castro
Junto a la "Batalla de Ideas", el proyecto de los trabajadores sociales fue uno de los últimos empeños del octagenario gobernante Fidel Castro por afianzar la ideología socialista entre los cubanos.
Foto: EFE
El programa de los Trabajadores Sociales en Cuba perdió su autonomía y condición de presupuestado, a raíz del Decreto-Ley 286, publicado este miércoles en la edición online de la Gaceta Oficial, bajo la firma del gobernante Raúl Castro.
“La carrera perdió su sentido apenas empezó porque se motivó a las personas a estudiarla por beneficio material, impulso forzoso para no quedarse sin estudios y luego para colmo se utilizó en mil cosas que nada tenían que ver con el trabajo social,” apunta el joven cubano Henry Constantín.
Los jóvenes que aceptaron formar parte de una nueva aventura de la revolución cubana, no sabían exactamente cuál sería su destino, pero contaban con un presente mucho más placentero que el del resto de los estudiantes de la isla.
En sus escuelas, habilitadas en un santiamén, disponían de una higiene impecable, buena y abundante comida, servicio de salud superior al habitual, y completo avituallamiento de ropas y artículos de aseo personal. En cada evento cultural o político, eran invitados especiales.
A cambio, el gobierno les exigía un compromiso de 10 años en su labor y debido a la premura del curso solo se graduaban como bachilleres en letras. Al terminar su corta preparación, podían iniciar una carrera universitaria de humanidades sin mayores obstáculos que desearlo, pero con la advertencia que no podrían ejercerla hasta cumplido su servicio social.
“Cuando tú conviertes en trabajadores sociales a personas necesitadas de trabajo social, pues obviamente tuerces por completo el sentido de la profesión, entonces en vez de resolverse problemas, se generan,” indica Constantín.
El joven recuerda la trifulca de peligrosas proporciones entre los futuros “médicos del alma” de la escuela de trabajadores sociales de Santiago de Cuba. La pelea entre dos bandos de estudiantes de diferentes provincias dejó heridos y aulas destruidas. El entonces canciller Felipe Pérez Roque se vio obligado a intervenir para aplacar la situación.
“El ejército de trabajadores sociales llegó a contar con unos 45,000 jóvenes y cumplió tareas como el multicopiado de cassetes de videos para misiones educativas en Venezuela, (…) y la atención a ancianos y discapacitados, así como labores de prevención delictiva y gestión política en los barrios,” publicó el sitio digital Café Fuerte.
Además colaboraron con el censo de Población y Vivienda, y supervisaron la legalidad de la venta de pasajes en las terminales de ómnibus y la distribución de equipos electrodomésticos a los núcleos familiares.
Pero muchos de estos muchachos comenzaron a participar en varios negocios ilegales según se presentaba la oportunidad, al amparo de orientaciones oficiales, que les otorgaban poderes ilimitados.
Por ejemplo, llegaron a las empresas para colaborar en un estudio del control de combustible y terminaron traficando la gasolina y el petróleo de los servicentros y repartiéndose las ganancias con los choferes y expendedores.
Para Henry Constantín “el problema del desvío de combustible no es que los que lo manejen sean ladrones, es que son cubanos que están llenos de penurias, y ponerlos a vigilar a otros cubanos que están llenos de penurias, es simplemente aumentar la cantidad de personas que pueden desviar recursos”.
La misión de los trabajadores sociales siempre estuvo regida por los antojos castristas. Dispuestos siempre a vagar por el lugar de Cuba que fuese necesario, su condición de gitanos modernos los llevó a aprovechar las oportunidades de lucro allí donde se presentaran.
Yesmi Elena Mena, colaboradora de la agencia Centro Press en Cuba, explica que los trabajadores sociales implicados en procederes ilícitos, mucho de ellos jefes, empañaron la imagen de este proyecto, “pero en el camino se demostró que no eran todos”.
Una conocida suya trabajadora social le confesó su frustración ante la imposibilidad de resolver los problemas de las familias, pues el estado no provee los recursos necesarios. “Ellos estaban haciendo todo su esfuerzo y poniendo en práctica lo que se les orientó. Al principio todos estaban muy contentos con su trabajo, pues ellos en sus reuniones luchaban por las necesidades de cada familia cubana.
Constantín entiende el papel esencial que desempeñan estos profesionales en la sociedad, pero “dada la realidad de lo que significa ser trabajador social en Cuba, esas prebendas eran injustificadas y eran solo la posibilidad del gobierno de tener un grupo numerosos de muchachos a sus órdenes para cualquier tarea.”
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