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martes, 13 de septiembre de 2011

Los Latidos Beatles de Willy « El Pequeño Hermano

Los Latidos Beatles de Willy « El Pequeño Hermano

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Los Latidos Beatles de Willy

12 sep

¿Existe algo mejor, para un admirador de su obra, que escuchar a Willy Chirino en vivo y en directo durante dos estupendas horas? Sí. Al menos para mí: escucharlo homenajear a Los Beatles durante esas dos horas que no debieron terminar.

Sacando cuentas, creo que no podría yo haber soñado un mejor primer encuentro con este sui géneris icono de la música cubana, que rindiéndole tributo a genios con los que él, acaso sin reparar en ello, tiene más puntos en común que las influencias estrictamente musicales.

Willy Chirino pertenece a una extraña casta de artistas cubanos: la de aquellos a quienes no lograron expulsar jamás de su tierra; la de quienes vencieron –¡por knockout!- cualquier limitación, censura dictaminada, intento de extirpación de sus canciones, en una Isla donde escuchar la música con libertad sigue siendo tan utópico como la libertad más primaria.

Si algunos músicos ovacionados por la comunidad hispana del exilio corrieron la dura suerte de convertirse con el tiempo en extraños, en distantes exponentes para sus hermanos que quedaron en Cuba, Willy Chirino puede considerarse el triunfador inigualable: me atrevo a asegurar que ni siquiera la gran Celia Cruz logró una permanencia tan raigal, un interés tan constante, entre los cubanos de tantas épocas diferentes.

El rey de las fiestas underground, de los volúmenes controlados para evadir los tímpanos del CDR, de las escuchas suspicaces (por aquello de ¿y si viene la policía a tocarnos la puerta?) siguió, sigue siendo Willy Chirino.

Particularmente, saberlo cantándole a los Beatles no me sorprendió en lo absoluto. Desde hace décadas Chirino confesaba con cierto tono amenazador su devoción por los Chicos de Liverpool. Como quien dice a sus seguidores: “escúchenme bien, esto no lo digo por gusto”. Ergo, esperar un álbum homenaje a sus (nuestros) ídolos británicos era la crónica de una obra anunciada.

Sin embargo, aun tratándose de un músico de probado talento, aun tratándose del autor de discos memorables como Oxígeno y Asere, admito que My Beatles Heart elevó en un peldaño mi percepción sobre el fantaseador de melodías que es Willy Chirino. Cada vez me cuesta más clasificar su música, limitarla a un contexto estilístico. Antes, llamarlo salsero o músico popular me parecía dignamente exacto. Hoy –creo que él lo sabe- nos la ha puesto difícil.

Como en un sobrio intento por evitar los facilismos, de repente haciendo guiños a su beatlemanía incontrolable, Chirino no escoge para su álbum un setlist esperado. No escoge Yesterday, ni Hey Jude, ni Let it Be. No cede ante una posible “Imagine”. Chirino deja fuera demasiados himnos como para ser casual. Y aun cuando sí echa mano a All you Need is Love, Yellow Submarine y Come Together, su álbum se esfuerza por partir de otro principio: el homenaje a una obra en conjunto, no a un conjunto de obras. En My Beatles Heart ninguna parte es más celebrada que el todo.

¿Se percataba Willy, justo cuando firmaba el primero de los interminables documentos; cuando informaba a la plenipotenciaria Sony que quería versionar a sus chicos predilectos, a la joya de la corona, de la sutil y agridulce ironía que implicaban los Beatles en su voz?

Los de Liverpool comparten con Chirino el honor inconmensurable de haber sido prohibidos por décadas en Cuba, el único país donde hasta ayer se custodiaba con celo que nadie escuchara a los deslumbrantes jovenzuelos británicos, y hoy se custodia con celo que nadie le robe los lentes a John Lennon en su parque del Vedado.

Willy sigue prohibidísimo. Lennon, Paul, Ringo y George no. Pero por más farsa institucional que escenifiquen los guardianes del orden musical cubano, un hálito de complicidad subversiva sigue emanando de músicas que le han sacado la lengua con alevosía al mayor absurdo implementado por todas las dictaduras conocidas: querer frenar la expansión indetenible del arte valedero.

Por eso mientras escuchaba a Willy este sábado último en el paradisíaco “Adrienne Arsht Center” de Miami, mientras lo veía hablar con los ojos encandilados de orgullo y placer de este su homenaje a Los Beatles, confirmaba algo que su álbum me había hecho saber desde tres días antes: Willy Chirino no solo les cantaba a sus ídolos. Con las tiernas versiones que les hizo a sus temas, el músico de Consolación del Sur les agradecía la mera existencia a los causantes de tanta música inmortal.

Tres obras de My Beatles Heart: Across the Universe, I´ve Just Seen a Face, y el mix I´ll Follow the Sun/Here Comes the Sun, me revelaron algo como un secreto sutil: Willy Chirino estaba enamorando a esas canciones. En su voz parecen mujeres cortejadas. Willy no las canta: Willy les canta a ellas. Y creo que advertirlo desde la impecable producción de su disco me adelantó lo que vería en el concierto: el milagro de un hombre con obra propia, dueño sin dudas de un espacio entre los imprescindibles de la música cubana, postrado con saña y humildad ante sus inspiradores.

Solo por eso, solo por ver a Willy tan fascinado como el público mismo, valía la pena no dejar escapar su espectáculo. Pero para mí, que encontré en una de sus canciones el motivo para empezar, en mi infancia de escuela cubana, a desconfiar de las consignas que se querían inyectar a mi cerebro; para mí, que cuando elevé mi percepción artística marqué Oxígeno con asteriscos; y sobre todo: para mí que desde hace mucho aprendí a respirar la libertad que solo la música permite, conocer los latidos Beatles de Willy Chirino implicó una experiencia de las que dejan huellas.

Mientras termino esta línea termina también de fondo en mi reproductor Across the Universe y me descubro junto al músico cubano, junto a los cuatro británicos, diciendo que nada cambiará mi mundo. Y qué bueno que ellos están en él.



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