El silencio de Raúl Castro
YOANI SÁNCHEZ 30/07/2011



La estética de los actos políticos en Cuba ha envejecido junto a sus protagonistas. Antes, el público se mantenía de pie en la plaza y coreaba consignas sin parar. Ahora, ya solo se lanzan vivas cuando la pausa del orador así lo señala. Una abultada zona de sillas permite a las primeras filas de dirigentes sentarse mientras dure el suceso. Algunos asientos especialmente acolchados para los de más alto nivel. Por detrás de ellos, la quieta multitud parece conocer al dedillo lo que ocurrirá sobre la tribuna. Sabe que en un momento aparecerá algún locutor televisivo para presentar al coro que entonará las notas del himno nacional. Después, se procederá a leer los nombres de los destacados en la emulación y les entregarán alguna que otra bandera de reconocimiento o un apretado abrazo. El punto final lo pone casi siempre el discurso del líder, quien termina gritando consignas que convulsionarán a la muchedumbre. Así se repite -apenas sin cambios- el guión de cada evento público, de cada congregación masiva organizada oficialmente.
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