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sábado, 4 de junio de 2011

Triste Historia, pero real

Claudia Calero
Octavo Cerco

La carreraPosted: 03 Jun 2011 06:01 PM PDT

Foto: Leandro Feal
Corría 1990 y él tenía siete años. El mundo, aunque no perfecto, era inocente y juguetón. Sus padres eran médicos, trabajaban por el día y por la noche y sobrevivían más mal que bien aquellos duros años del comienzo del período especial. Mucho se nos ha criticado a los hijos únicos la personalidad que en la adultez desarrollamos y él, hijo único al fin, disfrutaba todo el amor y la malacrianza en la casa. Por las mañanas mamá preparaba el desayuno y lo llevaba a la cama, papá ajustaba la sillita de la bicicleta china modelo veintiocho y aún con el rocío de la mañana en la hierba salían para la escuela él y para el hospital el otro.
Por las noches alternaban la compañía en dependencia de las guardias: con mamá se leían cuentos y con papá se jugaba por el suelo. Algunas madrugadas se espabilaba al escuchar el ruido de la cerradura y ver llegar a uno de los padres con su bata blanca y su bici a cuestas. Otras veces se tiraba de la cama al amanecer para darle el beso pendiente de buenas noches al que llegó pasadas las tres de la mañana.
Una noche el padre no llegó. Casi al amanecer recibieron una llamada del hospital: había muerto. Es difícil asumir la muerte a los siete años, pero aún peor es conocer la historia de un fallecimiento absurdo. Resultó que papá regresaba en su bicicleta por 26 mientras unos muchachos, ajenos al desmoronamiento de la economía cubana, corrían los Ladas de sus padres por la avenida. A velocidad de carrera de autos le pasaron por arriba al hombre que había pasado la noche salvando vidas. La defunción fue rápida.
Los culpables fueron a juicio -¡oh, sí!- salvo un pequeño detalle: salieron absueltos de todos los cargos y con licencia de conducir y todo. Quizás no fueran hijos únicos, pero sus padres se habían dado a la tarea de malcriarlos y complacerlos al punto de convertirlos en Los Hijos, los intocables, los que de hecho pueden hacer sonar sus correrías por toda la isla y nunca pagarán por nada. La gente los llama "hijos de papá", y si comparo, el mito del hijo único se queda chiquito

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