Las cárceles se hicieron para redimir no para reprimir
23.Jun.2011 / 12:11 pm / Haga un comentario
Si mi memoria no me traiciona, el título de las reflexiones de hoy son palabras de Pío XII. En otras oportunidades he aludido a esta misma cita; no porque sea de un Papa, sino porque la comparto.
Siempre analizamos el problema carcelario desde la óptica simplista de que todo el que está preso se lo tiene bien merecido porque algo hizo. Todos hemos oído y hasta pronunciado la siguiente sentencia condenatoria: "por algo está preso o presa".
Los seres humanos somos unos jueces muy severos con los demás. Nunca nos ponemos en el zapato de nadie y se nos olvida que "uno no sabe para dónde va hasta que no llega".
En lo personal, nunca pensé que llegaría a estar presa porque soy una persona de paz. En la estructuración del carácter que Dios me dio como don o equipaje y que mis padres, abuelos y maestros y maestras moldearon con cariño, buen ejemplo, reprensión y corrección a tiempo, existe una fuerte inclinación a procurar amistades a través de la facilidad de la palabra con que también me dotó el Creador.
Por eso desde muy niña fui muy buena conversadora y muy amigable; con una particularidad que prefería como interlocutores personas adultas que podían ser mis padres o abuelos.
Me califico como una persona de paz y profundamente respetuosa del prójimo, porque nunca me agarré a golpes o insultos con nadie en la escuela, en el vecindario donde me crié o en los sitios donde me ha tocado laborar.
Sin embargo, desde la escuela primaria, a partir de cuarto grado, siempre me identifiqué con el más débil o con quien consideraba que estaba siendo humillado o tratado injustamente. Por esta razón, en julio de 1997 me vi involucrada en la ocupación de la finca La Productora.
Aunque yo estaba afuera llamando a la Fiscal de la época y a cuanta autoridad yo creía que podía ayudar a evitar que se produjera un indeseado enfrentamiento, quienes me odian política y personalmente desde esa época, aprovecharon las circunstancias, y "las apariencias que a veces engañan", para detenerme y agregar a mi experiencia de vida una cortísima pasantía por la cárcel".
Puedo asegurarles que estaba y estoy con la causa campesina por su derecho a condiciones de vida digna, por el derecho a la tierra, por mejor distribución de las riquezas. Sin embargo, también puedo jurarles que nunca incité a invadir, porque aunque las invasiones son consecuencia del egoísmo y la violencia de los terrófagos, estoy convencida que violencia no se combate con violencia.
Todo este cuento tan largo, es para que entiendan porque no comparto la especie de que de todo el que cae preso cometió un delito o tiene bien merecida la cárcel.
A pesar de todo lo anterior, reconozco que muchos ciudadanos y ciudadanas que están en la cárcel han cometido actos que constituyen delito, y que muchas veces algunas de estas personas se convierten en una amenaza para la gente y que deben ser recluidos para proteger a la sociedad de tales infractores.
Sin embargo, como las cárceles se hicieron para redimir y no para reprimir; se hace necesario que en cada una haya un servicio de atención a las necesidades materiales más elementales del ser humano, como son el espacio físico mínimo en condiciones de salubridad aceptable, los servicios elementales, la alimentación y la atención de la salud física.
Adicionalmente, es absolutamente necesaria la atención a la salud mental y espiritual porque muchas personas que delinquen pueden ser personas marcadas psicológica y hasta psiquiátricamente por las experiencias que les tocó vivir desde su nacimiento y durante su crianza.
¿Acaso conocemos cuántos tormentos, carencias, penurias y desamor sufrieron durante su niñez muchos de las y los privados de libertad que hoy están apretujados en nuestras cárceles? ¿Acaso sabemos cuántos psicópatas y sociópatas tenemos en nuestras cárceles? En algunos casos sí, en otros casos no.
Por eso, en cada cárcel es mandatorio que exista o asista con regularidad un equipo conformado por criminólogos, psicólogos, psiquiatras, terapeutas para orientar en los talleres laborales y todos los etcéteras que los especialistas en la materia puedan considerar necesarios.
Todo esto ayudaría a clasificar y atender a la población penal de acuerdo a su salud mental, emocional y espiritual, y también de acuerdo a su peligrosidad, para que cumplamos el deber cristiano que nos manda a "acordarnos de los presos, como si estuviéramos presos juntamente con ellos…(Hebreos 13:3).
A mediado de la década de los 90 me uní a un grupo de evangélicos, liderados por el médico psiquiatra y gran amigo Telésforo Cabrera, que le prestaban apoyo espiritual a las mujeres del anexo femenino del Cepella.
Nunca olvidaré que una de las pequeñas cosas que nos solicitaron fueron unas cortinas de baño para que el hacer sus necesidades fisiológicas dejara de ser un acto público. También nos solicitaban artículos de aseo personal, porque además de ser pobres, algunas eran de lejos, por lo tanto, pocas veces recibían visita.
Esta mañana Ernesto Villegas preguntaba a sus dos entrevistados si los delincuentes nacían o se hacían ¡Por supuesto que se hacen! Recuerdo que a finales de la década del 60 leí un artículo que reportaba el supuesto descubrimiento de genes ligados a la criminalidad.
Confieso que no le hice seguimiento al asunto, pero no me he topado con ningún estudio científico que avale tal planteamiento. Lo cierto es que la sociedad física y espiritualmente enferma es responsable en buena medida de la criminalidad.
Por lo tanto, podemos concluir que la gran mayoría de los privados de libertad se pueden redimir y hacia allá deben apuntar las medidas correctivas. Sin embargo, nada de eso surtirá efecto a nivel macro si continúan los retardos procesales que mantienen innecesariamente una abultada población penal.
No habrá redención si se permite impunemente que a las cárceles entren arsenales de armas. Las cárceles servirán sólo para envilecer a los internos si se tolera que en su interior éstos padezcan los abusos hartos conocidos por todos.
Por ahora nadie puede negar el gran esfuerzo que ha hecho el Gobierno Bolivariano para atacar preventivamente y desde sus raíces, la pobreza y la desigualdad, generadoras ambas de resentimiento social, y por ende, de delincuencia.
No es poca cosa destinar 62% de la inversión total de 12 años al área social (educación, salud, alimentación, prestaciones, seguro social, servicios públicos, etc). Nuestros adversarios de la cuarta República nunca destinaron más de 36% a este mismo concepto.
Sin embargo, mi humildísima opinión es que debemos ser muchísimo más severos en el combate de la corrupción en ciertas instancias, la cual es responsable de la impunidad de muchos delitos.
No está mal que recordemos algunas lecciones que nos dejó Simón Bolívar: "la corrupción de los pueblos nace de la indulgencia de los Tribunales y de la impunidad de los delitos. Mirad que sin fuerza no hay virtud y sin virtud perece la República" (Discurso ante la Convención de Ocaña 29 de febrero de 1828), complementada con: "la impunidad de los delitos hace que éstos se cometan con más frecuencia, y al fin, llega el caso que el castigo no basta para reprimirlos" (Carta al general Salom, 15 de enero de 1824).
¡Hay que rectificar, jamás devolverse! ¡Nosotros venceremos!
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