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Lo humanamente imposible
16 febrero, 2011 por jurisconsultocuba
Pedro Suarez, alias “El Pantera” piensa reorganizar su vida según las directrices de los Sacerdotes de Ifa para este año. En sus manos tiene el folleto con las regulaciones del trabajo por cuenta propia. Se propone legalizar el negocio que por más de cinco años mantuvo ilegal: un pequeño centro de elaboración de pastelitos de guayaba.
A pesar de que tenía amigos que le avisaban con antelación, deseaba librarse de los registros policiales y las acusaciones por realizar actividades económicas ilícitas. Hasta hoy, nunca lo atraparon, por eso le dicen “El Pantera”, pero siente que a sus 50 años, necita descansar.
Debía pensar en todo, por ejemplo, qué decir en caso de que la policía lo detuviera transportando más de 2000 pasteles. El hecho en la legislación penal es considerado un delito de especulación y acaparamiento. Se le ocurrió la idea perfecta: venta por encargos para bodas, cumpleaños y fiestas de quince.
“Elaborador vendedor de alimentos a domicilio, la licencia que se ajusta a mis necesidades”, pensó. También la única que permite distribuir productos al por mayor, sin motivar el recelo de las autoridades.
El pantera tenía una red de distribución en la ciudad: quioscos particulares, administradores de Poli-cake (dulcerías estatales, que ‘por la izquierda’, vendía su producto en divisa) y una que otra persona que se dedicaba a la reventa en las calles. Acciones todas ilícitas según las regulaciones del trabajo por cuenta propia.
“Es una contravención comercializar productos de forma mayorista, otra hacerlo con una entidad estatal sin estar ésta debidamente autorizada, sin duda todo es ilegal “comentó en voz alta.
Mientras elaboraba su estrategia, la lógica le decía que debía advertir a sus ‘puntos’, principalmente a sus clientes cuentapropista, sobre la lista de infracciones. Estos jamás debía decir que compraban sus dulces para revender. También es una contravención utilizar intermediario para comercializar la producción. Además, ellos también incurrirán en una, al actuar como tal.
Releyendo encontró otro problema: justificar la licitud de los materiales que utilizaba en su negocio. Estaba obligado a comprar la harina y la azúcar, en el mercado en divisa, y la barra de dulce de guayaba, en el mercado agropecuario. Sin embargo, no era rentable adquirir la materia prima en moneda libremente convertible, para después vender su producto en moneda nacional.
El pastel, en venta directa a la población, costaba 2 pesos moneda nacional, precio oficial que debía declarar. sin embargo daba su producto a intermediarios a un peso con 50 centavos. Si compraba la materia prima en las tiendas recaudadoras en divisa se encarecía los costos de producción y obligatoriamente debía subir los precios, en cuyo caso sus ventas disminuirían.
Calculadora en mano saco su cuenta: al mes tenía una venta de 120 mil pasteles y se suponía que ingresara 240 mil pesos, cuando en realidad eran 180 mil. En esas condiciones tendría que declarar 720 mil pesos que no ingresaba en su patrimonio. Por otra parte si reconocía esa cifra le aplicarían el 50 % de impuesto.
Durante una semana leyó, releyó, analizo, esquematizo y no encontró forma desprenderse de la ilegalidad. Siempre lo acompañaría el riesgo de ser acusado de realizar actividades económica ilícita legales, o de procesos confiscatorios por enriquecimiento ilícito.
Alcanzaría éxito y prosperidad, sólo si falseaba sus declaraciones juradas y compraba la materia prima y los comprobantes de compra en divisa, en el mercado negro. Del estudio de la legislación solo aprendió nuevas formas de aparentar legalidad, pero no a vivir dentro de ella.
La frustración esta vez toco al Pantera. La primera vez en su vida que estaba dispuesto a observar la ley, y concluyó que, en este país, es humanamente imposible, a menos que estuviese dispuesto a morirse de hambre.
Laritza Diversent
A pesar de que tenía amigos que le avisaban con antelación, deseaba librarse de los registros policiales y las acusaciones por realizar actividades económicas ilícitas. Hasta hoy, nunca lo atraparon, por eso le dicen “El Pantera”, pero siente que a sus 50 años, necita descansar.
Debía pensar en todo, por ejemplo, qué decir en caso de que la policía lo detuviera transportando más de 2000 pasteles. El hecho en la legislación penal es considerado un delito de especulación y acaparamiento. Se le ocurrió la idea perfecta: venta por encargos para bodas, cumpleaños y fiestas de quince.
“Elaborador vendedor de alimentos a domicilio, la licencia que se ajusta a mis necesidades”, pensó. También la única que permite distribuir productos al por mayor, sin motivar el recelo de las autoridades.
El pantera tenía una red de distribución en la ciudad: quioscos particulares, administradores de Poli-cake (dulcerías estatales, que ‘por la izquierda’, vendía su producto en divisa) y una que otra persona que se dedicaba a la reventa en las calles. Acciones todas ilícitas según las regulaciones del trabajo por cuenta propia.
“Es una contravención comercializar productos de forma mayorista, otra hacerlo con una entidad estatal sin estar ésta debidamente autorizada, sin duda todo es ilegal “comentó en voz alta.
Mientras elaboraba su estrategia, la lógica le decía que debía advertir a sus ‘puntos’, principalmente a sus clientes cuentapropista, sobre la lista de infracciones. Estos jamás debía decir que compraban sus dulces para revender. También es una contravención utilizar intermediario para comercializar la producción. Además, ellos también incurrirán en una, al actuar como tal.
Releyendo encontró otro problema: justificar la licitud de los materiales que utilizaba en su negocio. Estaba obligado a comprar la harina y la azúcar, en el mercado en divisa, y la barra de dulce de guayaba, en el mercado agropecuario. Sin embargo, no era rentable adquirir la materia prima en moneda libremente convertible, para después vender su producto en moneda nacional.
El pastel, en venta directa a la población, costaba 2 pesos moneda nacional, precio oficial que debía declarar. sin embargo daba su producto a intermediarios a un peso con 50 centavos. Si compraba la materia prima en las tiendas recaudadoras en divisa se encarecía los costos de producción y obligatoriamente debía subir los precios, en cuyo caso sus ventas disminuirían.
Calculadora en mano saco su cuenta: al mes tenía una venta de 120 mil pasteles y se suponía que ingresara 240 mil pesos, cuando en realidad eran 180 mil. En esas condiciones tendría que declarar 720 mil pesos que no ingresaba en su patrimonio. Por otra parte si reconocía esa cifra le aplicarían el 50 % de impuesto.
Durante una semana leyó, releyó, analizo, esquematizo y no encontró forma desprenderse de la ilegalidad. Siempre lo acompañaría el riesgo de ser acusado de realizar actividades económica ilícita legales, o de procesos confiscatorios por enriquecimiento ilícito.
Alcanzaría éxito y prosperidad, sólo si falseaba sus declaraciones juradas y compraba la materia prima y los comprobantes de compra en divisa, en el mercado negro. Del estudio de la legislación solo aprendió nuevas formas de aparentar legalidad, pero no a vivir dentro de ella.
La frustración esta vez toco al Pantera. La primera vez en su vida que estaba dispuesto a observar la ley, y concluyó que, en este país, es humanamente imposible, a menos que estuviese dispuesto a morirse de hambre.
Laritza Diversent
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Una respuesta
en 16 febrero, 2011 a 1:12 PM | El Profe
Asi mismo es, cuantos no lo han intentado y al final se dan cuenta que es imposible, pues el Control totalitario es peor que el capitalismo Inglés del Siglo XIX. Comunistas jugando al capitalismo es peor que el propio capitalismo. Que se vallan pal´carajo Es el lema , No?
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