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domingo, 21 de noviembre de 2010

INFORME PRELIMINAR AL VI CONGRESO DEL PCC

EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO


CUBA. NACIÓN DE DIRIGENTES CORRUPTOS

 Por: Ernesto Morales desde la Ciudad Monumento de Cuba, Bayamo. Provincia Granma

La primogenita de la Lucha Revolucionaria, por donde desembarco un 2 de diciembre de 1957 Fidel con sus 82 compañeros para Libertar a Cuba de un Tirano y darle la verdadera Libertad al Pueblo, pero algo pasó en el camino, que el Libertador se convirtió también en un déspota Dictador y Tirano.



La noticia, según es tradición, fue de conocimiento popular mucho antes de que el establishment diera la orden de publicarla. El pasado 6 de noviembre, cuando ya era un secreto a voces, el periódico granmense La Demajagua publicó una “Nota Oficial” que parecía no querer ser leída: simulaba diluirse en una página que alababa la producción de arroz, y distinguía a entidades estatales.

¿Qué decía esta minusválida notita, situada sin realce ninguno en la segunda página del diario?, pues algo tan intrascendente como que el gobernador de Granma, el Presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular, había sido “liberado de su cargo por graves errores en el desempeño de sus funciones y en el orden personal”. Su nombre: Jesús Infante López, lógicamente archi conocido en estos predios por ostentar el puesto de alcalde durante un considerable número de años.

Como la nota más que para decir servía para callar, la vox populi hizo nuevamente el trabajo por el que cobran los jornalistas, y se encargó de filtrar medias verdades, verdades salpicadas de ficción, y verdades confirmadas por miembros de las altas esferas.
Jesús Infante, ex gobernador de la provincia Granma

Al parecer, el alcalde de mi ciudad había destinado algún dinerillo a la construcción de casas vacacionales en la capital cubana, y en su vida personal un hijo ligado al consumo (o tráfico, no se sabe bien) de drogas en La Habana le enturbiaba la gestión.
 
No puedo confirmar la exactitud o precisión de estos datos: cuando el secretismo del poder relega a los ciudadanos a un plano de desinformación casi absoluta, y cuando no existe transparencia alguna en las relaciones de los dirigentes con los dirigidos, el ejercicio del periodismo se convierte, a veces, en mera especulación.

Lo cierto es que ningún medio oficial ha desmentido esta versión popular, y ya se sabe que el que calla, otorga.

Sin embargo, lo que acaba de suceder con Jesús Infante, en Granma, no creo que a estas alturas consiga sorprender a nadie. Pensándolo mejor, yo tampoco le habría dado más que un recuadro semi oculto en el diario La Demajagua.

Porque si bien la democión (término correcto, jurídicamente hablando, en lugar del disparatado “liberación”) de funcionarios políticos y gubernamentales no es algo demasiado común en este país, el conocimiento popular de los desmanes administrativos, y de la corrupción galopante entre los círculos de poder, cada día se afianza más a nuestra conciencia colectiva, y ya no causa sorpresa.

Y si no ha sido frecuente la democión pública de altos dirigentes -a pesar de que esto ha variado drásticamente en los últimos tiempos- se debe a la conformación de un poder donde los ciudadanos no tienen acceso a las gestiones de quienes obran en sus nombres, y donde ni la prensa ni organizaciones independientes pueden pulsar qué hacen estos políticos cuando se sacan de encima la pose de honestidad revolucionaria, y se van a la intimidad de sus hogares.
Rogelio Acevedo, ex titular de la Aeronáutica Civil en Cuba


Este reciente caso local viene a engrosar una lista de corruptos desenmascarados con anterioridad, cuyos desafueros jamás fueron aclarados a la población: el titular de la Aeronáutica Civil, Rogelio Acevedo, patrocinador de vuelos comerciales que le llenaron los bolsillos de moneda fuerte; Carlitos Valenciaga, ex patrón de un harén femenino situado en la antigua base Lourdes, donde entre videos porno y campañas revolucionarias también se estudia Informática; y un largo etcétera de casos que por lo general quedan bajo la manga, y que incluyen a un gran número de pequeños dirigentes partidistas y autoridades provinciales.

Sin ir demasiado lejos, en la misma ciudad en que vivo hace muy poco nos tomó por sorpresa una erupción de cemento y cristalería flamante, cuando altos jefes militares decidieron construirse sus modestas viviendas en repartos privilegiados.

Sin que me vacile el verbo: se trata de auténticas mansiones locales, enmascaradas de austeridad por fuera y poseedoras, por dentro, de lo humano y lo divino, donde ni siquiera faltan los paneles solares para el agua caliente, las zonas de jardines o los espaciosos garajes. Entiéndase: este es el modus vivendi de quienes exigen frugalidad y sacrificio a obreros mal comidos, en un país donde antes que hablar de agua caliente, para muchos hablar de agua corriente es un verdadero lujo.

Todos estos casos, desde los más mediáticos como el “Lage – Pérez Roque”, hasta los más tímidos como el de mi coterráneo Infante, confirman una verdad como un templo: la corrupción existente en la dirigencia de este país es de proporciones incalculables. Esta vez el término incalculable no es un mero adjetivo sonoro: es bien exacto. Las garantías para acceder a las cuentas o manejos económicos de quienes nos dirigen son nulas, imposibles, utópicas, y solo cuando a otro poderoso de rango mayor le molesta la bonanza de un subalterno, es que concluye su camino de oro.

Con este telón de fondo, mi pregunta no es quién será el próximo arrojado a las calderas, sino, más bien: ¿cuántos de los mismos que hoy esgrimen la dignidad y la limpieza como estandarte de este proceso; de los mismos que sancionan y exigen cumplimientos estrictos; cuántos de los dirigentes que vemos lanzar improperios contra el negociante particular o el ladronzuelo de barrio que mal subsiste, se llevarán sus secretos de desfalcos y derroches a la tumba?

¿Cuántos de los que hoy figuran en pancartas, y cuyas palabras son citadas en gigantografías para iluminarnos con sus luces privilegiadas, nos lanzarán desde el otro mundo una carcajada burlona por haber vivido a costa nuestra sin que jamás les hiciéramos pagar por ello?

Mi preocupante surge de un análisis simple, muy simple: lanzando una ojeada sobre las edades de los arrojados al fuego comprobamos que jamás se acercan a las canas y las medallas ancestrales. Se trata, en todos los casos, de pinos nuevos (más nuevos o menos nuevos) en el arte de hacer la Revolución. La generación histórica, los verdaderos dueños de esta linda tierra, no ha sido jamás tocados con el pétalo de una flor.

El principal problema sigue siendo la docilidad enfermiza que les paraliza las venas a los cubanos de hoy. Creo bastaría una sola visita de este pueblo a las moradas de sus dirigentes, bastaría un solo toque a la puerta de los austeros que nos arengan, para que todo el castillo ilusionista se viniera abajo.

Pero, ¿son los políticos cubanos los únicos que roban, que llenan sus arcas a costa del pueblo esquilmado? Desde luego que no. ¿Son los funcionarios cubanos los únicos favoritistas, truhanes y desviadores de los recursos que en teoría pertenecen a las masas que gobiernan? Tampoco. Basta mirar las noticias que la prensa verdaderamente libre y consecuente de medio mundo publica en sus portadas.

Lo que sí es privativo de la clase cubana, lo autóctono, es por un lado el discurso cara dura del paraíso socialista lleno de líderes abnegados, de esforzados compañeros, y por otro la imposibilidad de que el ciudadano común se pueda agenciar su propia tajada del pastel económico.

Yo, que crecí mirando al canciller Robertico Robaina saltar en un pie y en el otro para confirmar que no era yanqui; que debí reverenciar, siendo estudiante, a mi Ministro de Educación Luis Ignacio Gómez a pesar de que el bigotillo hitleriano siempre me dio mala espina; yo, que conocí un día la orden expresa de Carlos Lage que prohibía a mis paisanos el acceso a Yahoo o Hotmail, y que en mi paso fugaz por el periodismo institucional estuve en un par de reuniones con el recién purgado Jesús Infante, escuchándole hablar de esfuerzo y entrega revolucionaria, creo que a mis pocos años puedo atreverme a decir, como el poeta León Felipe: “Yo no sé muchas cosas, es verdad, digo tan sólo que he visto. Pero me han dormido con todos los cuentos. Y ya me sé todos los cuentos.”

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