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Los Peligros del Poder
Varias encuestas revelan que la inmensa mayoría de los comportamientos maleducados e inapropiados viene de la gente con más autoridad.
Los psicólogos lo llaman la paradoja del poder. Los mismos rasgos que ayudaron a las personas a acumular control desaparecen una vez suben al poder. En lugar de ser educados, honestos y extrovertidos, se vuelven impulsivos, imprudentes y groseros. En algunos casos, estos nuevos hábitos pueden ayudar a un líder a ser más decisivo y determinado, o a tomar decisiones que serán rentables, independientemente de su popularidad.
Pero ¿qué ocurre una vez esa gente agradable llega al poder? Si bien un poco de compasión podría ayudarnos a subir la escalera social, una vez arriba acabamos convirtiéndonos en una bestia totalmente diferente.
"Es un efecto increíblemente consistente", dice Keltner. "Cuando se otorga poder a las personas, básicamente empiezan a actuar como idiotas. Coquetean de manera inapropiada, bromean de forma hostil, y se convierten en personas totalmente impulsivas". Keltner compara la sensación de poder con un daño cerebral, indicando que la gente con mucha autoridad tiende a comportarse como los pacientes neurológicos con el lóbulo orbito frontal dañado, un área del cerebro que es crucial para la compasión y la toma de decisiones.
¿Por qué el poder lleva a la gente a coquetear con los practicantes, a solicitar sobornos y a falsificar documentos financieros? Según los psicólogos, uno de los principales problemas con la autoridad es que nos hace menos receptivos a las ineptitudes y emociones de otros. Por ejemplo, varios estudios muestran que la gente en posición de poder suele usar más estereotipos y generalizaciones a la hora de juzgar a otras personas. Además, dedican menos tiempo a mantener contacto visual, al menos cuando una persona con menos poder está hablando.
Veamos un reciente estudio dirigido por Adam Galinsky, psicólogo de la Universidad Northwestern. Galinsky y varios colegas comenzaron preguntando a los participantes que describieran una experiencia en la que tuvieron mucho poder o una ocasión en la que se sintieron totalmente indefensos. Posteriormente, los psicólogos les pidieron que dibujaran la letra E en sus frentes. Aquellos con sentimientos de poder fueron mucho más propensos a escribir la letra al revés, al menos cuando la veía otra persona. Galinksy afirma que este efecto lo causa la miopía del poder, que hace más difícil imaginar un mundo desde la perspectiva de otra persona. A quienes dibujan la letra al revés no les preocupa el punto de vista de otros.
Cabe aclarar que el poder no convierte a todo el mundo en tiranos despiadados e inmorales. Algunos líderes simplemente terminan aplicando la mano dura, lo que no siempre es algo negativo. La clave es mantener dichas cualidades equilibradas.
En el peor de los casos, el poder nos puede convertir en unos hipócritas. En un estudio de 2009, Galinsky le pidió a un grupo de estudiantes que pensaran en una experiencia donde tuvieron poder o una donde no tuvieron poder alguno. Los participantes fueron luego divididos en dos. Al primer grupo se le pidió que calificara en una escala de nueve puntos la seriedad moral de reportar engañosamente gastos de viaje en el trabajo. Al segundo grupo se le pidió que participara en un juego con dados, en el que el resultado de los dados determinaba el número de billetes de lotería que cada estudiante recibiría. Un número más alto significaba más billetes de lotería.
Los participantes en el grupo que describieron experiencias de poder consideraron que el reporte engañoso de gastos de viaje era una ofensa significativamente peor. Sin embargo, el juego de los dados produjo un resultado completamente contradictorio. En este grupo, las personas con alto poder reportaron, en promedio, un resultado improbable desde el punto de vista estadístico (el grupo sin poder alguno, en contraste, reportó resultados apenas ligeramente elevados). Esto sugiere que estaban mintiendo sobre los resultados reales, maquillando los números para obtener billetes de lotería adicionales.
Aunque la gente casi siempre sabe diferenciar entre lo que es correcto y lo que no, su posición de poder le facilita eludir la racionalización de los lapsos éticos.
Los mismos procesos de pensamiento defectuoso activados por la autoridad también distorsionan nuestra habilidad para evaluar información y tomar decisiones complejas.
No existe un antídoto claro para combatir la paradoja del poder. Keltner argumenta que el mejor tratamiento es la transparencia y que los peores abusos de poder pueden ser prevenidos cuando la gente sabe que está siendo monitoreada. Esto sugiere que la sola existencia de una agencia de vigilancia o una junta directiva activa puede disuadir a ejecutivos de hacer cosas malas.
Sin embargo, las personas en posición de poder suelen sobreestimar sus virtudes morales, lo que los lleva a reprimir a quienes los vigilan. Hacen lobby ante las autoridades o cuerpos legislativos o llenan las juntas directivas con sus amigos. El resultado final es la forma más peligrosa de poder.
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