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ORGE A. PLASENCIA: Una leyenda cubana
OLGA GUILLOT en su casa de Miami Beach en esta imagen del 2008. La Reina del Bolero está considerada la máxima figura de ese género musical por más de seis décadas.
By JORGE A. PLASENCIA
Olga Guillot era única en su clase. Mientras yo crecía en Miami Beach, Olga fue nuestra vecina por años y una amiga muy querida de nuestra familia.
Para los cubanos, muchas veces los vecinos se convierten en una extensión de la familia, como primos cubanos. Este fue el caso con Olga y su hija Olga María. Formaban parte de nosotros. Olga, la cual siempre se refería a mí como su ``sobrino'', pasaba innumerables horas en nuestra sala recordando otros tiempos, junto con mis padres, nuestra familia y amistades.
Hablaban sobre Cuba y sobre la política nacional y mundial y sobre el folklore local, pero siempre la conversación recaía sobre el tópico del día, Cuba. La ``Reina del Bolero'' provenía de una casta especial. Era una cantante legendaria, pero sobre todo, Olga era una luchadora por la libertad de su amada Cuba.
Esta santiaguera partió de su patria en 1961. Aterrizó primero en Venezuela y más tarde vivió entre Ciudad México y Miami Beach. Grabó más de 50 discos y fue la primera artista latina que cantó en el Carnegie Hall. Continuó grabando discos y realizando giras por todo el mundo. No fue una sorpresa que desde que partió de Cuba, su música se prohibió en la isla.
Es muy duro verla partir y ver cómo su valerosa generación va desapareciendo poco a poco. Con la sorpresiva muerte de Olga, no sólo estamos perdiendo otra de nuestras leyendas cubanas, estamos perdiendo también una de las más grandes voces de la libertad y la democracia. Celia Cruz, Cachao, Jorge Mas Canosa, Rolando Laserie, Luis Botifoll, Tere Zubizarreta, mi padre, Jorge R. Plasencia, y muchos otros, han fallecido sin haber podido ser testigos de lo que más anhelaban, la libertad de su Cubita.
Muchos han criticado esta generación. Han ridiculizado a los viejos por su posición radical. Yo, en cambio, siento el mayor respeto y simpatía por ellos. Estos son los hombres y mujeres con los cuales nos cruzamos cualquier día en la ventana del ``cafecito'' del Versailles o los que vemos jugando en el Parque del Dominó. Son hombres y mujeres que pasan horas incontables hablando sobre Cuba y viviendo de sus recuerdos. Son los defensores acérrimos de la libertad.
Hagamos una pauta y pensemos. Ellos tenían 20 o 30 años cuando no tuvieron otra opción que abandonar Cuba, dejando atrás todas sus pertenencias. Aterrizaron en un país con otro idioma y otra cultura. Vinieron con la noción de que solamente estarían aquí un corto tiempo. Los meses se convirtieron en años y los años se volvieron décadas.
Las familias se dividieron, les habían arrebatado su país. No obstante, aunque siempre añoraban la patria, y sin cejar en la idea de la lucha y del regreso, adoptaron a Estados Unidos como su patria y han amado a este país incesantemente. Trabajaron muy duro, crearon familias y forjaron una gran comunidad.
Olga es un vivo ejemplo de la tenacidad de este grupo inicial de exiliados. Ella pertenecía a la llamada línea dura y como siempre decía, era vertical. En cada rincón del planeta, siempre que tuviese una oportunidad, denunciaba al régimen, aun cuando no quisieran escucharla. Los que no querían oírla, no tenían otra alternativa. Olga constituía un púlpito y lo utilizaba para luchar por la libertad y la democracia en Cuba. Se había convertido en una guerrera legendaria.
a vamos a extrañar mucho como la última leyenda cubana viviente de su era. La generación más joven de cubanoamericanos deben agradecerle a ella y a todos sus ascendientes su sacrificio y su perseverancia. Estamos hoy aquí porque ellos se preocuparon, amaron y sufrieron. Debemos darles las gracias por la sangre, el sudor y las lágrimas derramadas. Olga tiene que estar orgullosa. Fue una gran luchadora hasta el final. Descansa en paz, tía Olguita.
Presidente y CEO de República, una compañía de publicidad y comunicaciones con sede en Miam
Para los cubanos, muchas veces los vecinos se convierten en una extensión de la familia, como primos cubanos. Este fue el caso con Olga y su hija Olga María. Formaban parte de nosotros. Olga, la cual siempre se refería a mí como su ``sobrino'', pasaba innumerables horas en nuestra sala recordando otros tiempos, junto con mis padres, nuestra familia y amistades.
Hablaban sobre Cuba y sobre la política nacional y mundial y sobre el folklore local, pero siempre la conversación recaía sobre el tópico del día, Cuba. La ``Reina del Bolero'' provenía de una casta especial. Era una cantante legendaria, pero sobre todo, Olga era una luchadora por la libertad de su amada Cuba.
Esta santiaguera partió de su patria en 1961. Aterrizó primero en Venezuela y más tarde vivió entre Ciudad México y Miami Beach. Grabó más de 50 discos y fue la primera artista latina que cantó en el Carnegie Hall. Continuó grabando discos y realizando giras por todo el mundo. No fue una sorpresa que desde que partió de Cuba, su música se prohibió en la isla.
Es muy duro verla partir y ver cómo su valerosa generación va desapareciendo poco a poco. Con la sorpresiva muerte de Olga, no sólo estamos perdiendo otra de nuestras leyendas cubanas, estamos perdiendo también una de las más grandes voces de la libertad y la democracia. Celia Cruz, Cachao, Jorge Mas Canosa, Rolando Laserie, Luis Botifoll, Tere Zubizarreta, mi padre, Jorge R. Plasencia, y muchos otros, han fallecido sin haber podido ser testigos de lo que más anhelaban, la libertad de su Cubita.
Muchos han criticado esta generación. Han ridiculizado a los viejos por su posición radical. Yo, en cambio, siento el mayor respeto y simpatía por ellos. Estos son los hombres y mujeres con los cuales nos cruzamos cualquier día en la ventana del ``cafecito'' del Versailles o los que vemos jugando en el Parque del Dominó. Son hombres y mujeres que pasan horas incontables hablando sobre Cuba y viviendo de sus recuerdos. Son los defensores acérrimos de la libertad.
Hagamos una pauta y pensemos. Ellos tenían 20 o 30 años cuando no tuvieron otra opción que abandonar Cuba, dejando atrás todas sus pertenencias. Aterrizaron en un país con otro idioma y otra cultura. Vinieron con la noción de que solamente estarían aquí un corto tiempo. Los meses se convirtieron en años y los años se volvieron décadas.
Las familias se dividieron, les habían arrebatado su país. No obstante, aunque siempre añoraban la patria, y sin cejar en la idea de la lucha y del regreso, adoptaron a Estados Unidos como su patria y han amado a este país incesantemente. Trabajaron muy duro, crearon familias y forjaron una gran comunidad.
Olga es un vivo ejemplo de la tenacidad de este grupo inicial de exiliados. Ella pertenecía a la llamada línea dura y como siempre decía, era vertical. En cada rincón del planeta, siempre que tuviese una oportunidad, denunciaba al régimen, aun cuando no quisieran escucharla. Los que no querían oírla, no tenían otra alternativa. Olga constituía un púlpito y lo utilizaba para luchar por la libertad y la democracia en Cuba. Se había convertido en una guerrera legendaria.
a vamos a extrañar mucho como la última leyenda cubana viviente de su era. La generación más joven de cubanoamericanos deben agradecerle a ella y a todos sus ascendientes su sacrificio y su perseverancia. Estamos hoy aquí porque ellos se preocuparon, amaron y sufrieron. Debemos darles las gracias por la sangre, el sudor y las lágrimas derramadas. Olga tiene que estar orgullosa. Fue una gran luchadora hasta el final. Descansa en paz, tía Olguita.
Presidente y CEO de República, una compañía de publicidad y comunicaciones con sede en Miam
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