SEGUIR EL EJEMPLO DE MARTI: UNIR A LOS PINOS NUEVOS CON LOS PINOS VIEJOS EN LA LUCHA POR LA LIBERTAD TOTAL DE CUBA, SIN DIVISIONES INTERNAS, QUE EN DEFINITIVA ES LO QUE BUSCA EL TIRANO
La “Carta de los 74”: Un análisis
Jorge Hernández Fonseca
BRASIL, junio, www.cubanet.org -El pedido de un nutrido grupo de inobjetables opositores políticos a la dictadura cubana, ha dividido repentinamente a los cubanos de dentro y fuera de la isla. Es un análisis difícil, pero ineludible. El ministro de propaganda de Hitler acuñó una frase de la que trataré huir: “ante la polémica, no ataques los argumentos, ataca al adversario convirtiéndolo en enemigo”.
La llamada “Carta de los 74” hay que analizarla en el contexto actual, nunca como una acción aislada de un grupo de patriotas interesados en los cambios hacia la democracia en Cuba. En ese sentido es importante constatar que la mano peluda de la dictadura se ha visto claramente involucrada detrás de algunos de los acontecimientos recientes, a partir de la muerte de Orlando Zapata Tamayo en huelga de hambre contra el régimen. Es su estrategia para intentar rescatar la ofensiva que las valientes acciones oposicionistas internas le han arrebatado.
La reunión conciliadora de Raúl con los prelados de la Iglesia Católica Cubana fue el inicio de la ofensiva dictatorial –vistiéndose de oveja-- para tomarse un respiro dentro de la avalancha de críticas internacionales por el trato represivo dado a la huelga del albañil mártir, en primer lugar, y el trato indecente dado a las inofensivas y pacíficas Damas de Blanco, todo cual catalizó la opinión pública internacional, que en este caso se ha colocado del lado de las víctimas.
La estrategia clara de la dictadura en este momento difícil para sus objetivos sucesorios es dividir a la oposición. En primer lugar, consiguieron dividir los criterios oposicionistas al organizar la reunión con el cardenal Ortega, blanco de críticas acervas dentro y fuera de la isla, consiguiendo transformar un evidente gesto de debilidad política de la dictadura, en un aparente “baldón colaboracionista” contra la Iglesia Católica, beneficiando los objetivos dictatoriales.
En segundo lugar, lograron dividir a las Damas de Blanco usando la estratagema de sugerir (sin compromisos claros) que las Damas de Blanco debían renunciar a ser ayudadas por las Damas de Apoyo, prometiendo (no muy directa ni públicamente) que sería la “única” manera de “liberar” algunos presos. Esta división colabora adicionalmente al objetivo de obstaculizar sus méritos ante el Comité del Premio Nobel de la Paz, para que sus acciones pacíficas sean ignorados.
Y en tercer lugar –ahora ya no es posible asegurar que la carta de los 74 fue urdida por la dictadura-- se escribe la Carta que ha logrado el objetivo, largamente acariciado por la dictadura, de dividir los oposicionistas de dentro y fuera de la isla. El tema tiene que ver con la disputa más acerva que ha existido entre os opositores de dentro y fuera de la isla: el embargo.
Hay un detalle que Martha Beatriz Roque Cabellos ha hecho notar: el origen de la Carta de los 74, que Dagoberto Valdés llevara ante su presencia solicitando su firma (que fue denegada) la habría redactado él mismo, a partir de dos importantes argumentos provenientes del exterior, validados por los grupos de presión que la dictadura castrista mantiene ente el Congreso norteamericano, con el objetivo de “levantar el embargo” y obtener así una victoria política.
Según ha relatado Martha Beatriz Roque, Valdés había expresado que los argumentos usados en la Carta provenían del empresario cubano-americano Carlos Saladrigas, tan patriota exiliado como cualquiera de nosotros, pero con innegables intereses económicos en el futuro de la Cuba post Castro. Intereses económicos en la Cuba democrática son totalmente válidos y justos, el problema es cuando estos intereses coinciden, como en este caso, con los intereses de los grupos de cabildeo del Congreso norteamericano, financiados por la dictadura cubana.
Así las cosas, se pasa del análisis de una carta –enfocada o desenfocada-- procedente de la oposición interna, al análisis de un documento cuyos objetivos confluyen en su origen, con los grupos de presión que mantiene la dictadura cubana en Estados Unidos, presionando al Congreso.
Hay que decir que es absolutamente válido que los opositores internos, en su mayoría (no todos, como lo demuestra la falta de algunas firmas notables en la Carta) tengan sus puntos de vista específicos sobre el acontecer nacional e internacional que sus objetivos válidos les indiquen. Lo que no se puede aceptar en hipótesis ninguna, es la descalificación de los criterios de los cubanos del exilio, que no coincidan con sus opiniones, como se lee profusamente en las noticias procedentes de la isla. Esas descalificaciones son divisionistas y benefician a la dictadura.
En la lucha por la libertad y la democracia para Cuba no hay infalibles por el único hecho de vivir dentro de la dictadura. Hay una percepción equivocada en los análisis procedentes de la isla, de que todos los opositores en el exterior debemos sumisión a los criterios internos. Ese precepto no tiene --en el caso cubano-- sustento histórico de ningún tipo. Martí preparó la Guerra de Independencia en el extranjero. Fidel Castro preparó su revolución en el extranjero.
Valdría la pena, a partir de estos lamentables acontecimientos que dividen la fuerza opositora precisamente en momentos que la tiranía se tambalea en todos los ámbitos importantes, hacer un debate interno-externo libre y sin descalificaciones, de los argumentos que sustentan nuestra lucha. Colaborando en esta dirección, aquí van algunos preguntas para el debate
Si es verdad --como siempre han expresado los opositores internos-- que la solución de los problemas cubanos debe venir “de dentro de la isla”, y ser hecho por “los opositores internos”, ¿por qué apelar al Congreso norteamericano para que nos resuelva nuestro problema?
Si el pedido de la Carta de los 74 implica (a medio o largo plazo, como los firmantes reconocen) que le deberemos la libertad y la democracia a los turistas norteamericanos, ¿por qué no pedirle directamente al Congreso de EUA que “depongan” a corto plazo la dictadura que nos oprime?
¿Por qué permitir que sean empresarios extranjeros con intereses específicos, públicamente declarados y en fase (aunque no estén asociados, son intereses coincidentes) con intereses claramente asociados a la dictadura cubana, los que nos digan lo que debemos pedir a EUA?
Si el “embargo” no es la política correcta para presionar a la dictadura cubana, ¿por qué el mundo apoya sanciones similares a Irán, tratando de evitar que se haga de armas nucleares?
Concluyo este análisis sin descalificar a ninguno de los que tengan una opinión contraria a la aquí expuesta, así como respetando a los 74 firmantes de la Carta bajo análisis. Sin embargo, sirva también estas líneas para manifestar mi profundo desacuerdo con el intento de algunos de ellos, de “callar la boca” de exiliados tan cubanos como ellos (no menos) que tienen sus propios puntos de vista respecto a un tema que nos afecta, tanto a los de dentro como a los de fuera.
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