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lunes, 29 de marzo de 2010

Los recursos de la oposición

EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO

Los (muy escasos) recursos de la oposición cubana


Entre tanta intoxicación generada por las protestas de la disidencia cubana, asistimos de vez en cuando al parto de un texto excepcional. Es el caso del artículo del politólogo Rafael Hernández (Los recursos de la oposición) que aporta un retrato argumentado y reflexivo de los últimos acontecimientos ocurridos en la mayor de las Antillas y del que he entresacado estos párrafos que considero esclarecedores. No es fácil ofrecer una visión serena, académica, entre tanto vociferío. Y se agradece doblemente que alguien navegue por aguas tan turbulentas sin escoramientos que le delaten.

A diferencia de las organizaciones anticomunistas de los años sesenta, con una base social y política y una ideología coherente, los disidentes no tienen un anclaje en la sociedad civil: carecen de influencia en las organizaciones religiosas o la clase obrera, como en Polonia; de intelectuales orgánicos prestigiosos, como en Checoslovaquia; de un aval de lucha contra regímenes odiosos o corruptos, como en Rumania. Si así fuera, encarnarían movimientos de amplia repercusión. No son “sociedad civil”, sino micropartidos de oposición.
Naturalmente que las minorías juegan un papel político, y que un grupo pequeño se puede convertir en un gran movimiento social. Entonces, ¿por qué los disidentes no convocan a sectores más amplios? Consideraré tres razones principales.
En primer lugar, la mayoría de sus críticas al sistema ya forman parte del debate entre los demás cubanos, socialistas o no. Suponer que los disidentes son las voces solitarias y heroicas que se atreven a señalar errores y hacerle reclamos al gobierno revela ignorancia sobre la Cuba actual. El disentimiento se despliega hoy dentro (y fuera) de las instituciones, el movimiento intelectual, los diversos medios de difusión, las organizaciones sociales, religiosas y culturales, y la propia militancia política.
En segundo, sus propuestas no constituyen un programa económico y político coherente, sino una ristra de consignas ideológicas imprecisas (”reconciliación nacional”, “fortalecimiento de la sociedad civil”, “pluralismo”) y de clásicas medidas de liberalización económica ya conocidas desde hace 20 años en América Latina.
En tercero, es muy difícil que un cubano (no importa si simpatiza o no con Fidel y Raúl Castro o comparte los ideales socialistas) considere legítimos a grupos apoyados por Estados Unidos, los partidos europeos y las más poderosas fuerzas del exilio, cuyas trayectorias como campeones de la democracia y libertad cubanas no son muy convincentes.

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