La sociedad cubana hoy (III). "Asignaturas pendientes" |
Escrito por Jorge Gómez Barata | |
13-11-2009 | |
La cohesión del pueblo cubano en torno a la Revolución y al liderazgo de Fidel Castro, el orgullo por las victorias frente al imperialismo, la relevancia internacional del país, los avances en la educación, el deporte, los servicios de salud y las victorias internacionalistas, entre otros factores, fomentaron un espíritu de triunfo que unido a una economía capaz, aunque a niveles austeros, de satisfacer necesidades básicas, actuaron como un blindaje ideológico e hicieron suponer que en Cuba no existían problemas políticos o eran irrelevantes. Esa percepción y la certeza de que las amenazas eran externas, puede haber dañado el mecanismo inmunológico de la Revolución y debilitado sus defensas naturales. Durante décadas, teniendo como marco un amplio sistema de instituciones estatales, el Partido y la Unión de Jóvenes Comunistas, sí como las organizaciones sociales y de masas, el pueblo y la dirección revolucionaria, interactuaron en una relación casi perfecta, caracterizada por la comunicación, la unidad, la armonía y un respaldo casi unánime a las políticas aplicadas. El discurso político era capaz de generar suficientes incentivos, había trabajo y escuelas para todos, programas de estímulos razonables y los desafectos se marchaban o se apartaban. Tal vez por ser tantos y tan contundentes, los elementos positivos llevaron a la subestimación de otros que, como ocurre con ciertos virus, se incuban en las profundidades del organismo social, para de modo oportunista emerger cuando se debilitan las defensas. Ahora, cuando la Revolución libra un contencioso ideológico e incluso político interno que tiene como escenarios las propias instituciones revolucionarias, faltan capacidades y entrenamiento para lo que Fidel calificó como “Una batalla de ideas”, en la cual el adversario no es sólo el imperio. Por razones difíciles de explicar los militantes revolucionarios cubanos, sus dirigentes, intelectuales y científicos sociales, con pocas excepciones, asumieron la lectura del marxismo y la experiencia política soviética como algo virtualmente perfecto. Tan fuertes fueron esas convicciones que todavía se percibe perplejidad e incluso nostalgia por el dramático fin de aquellas estructuras. En parte eso explica por qué en Cuba el examen de las causas y las consecuencias de la crisis del socialismo real son asignaturas pendientes. En 1986 Fidel Castro convocó al proceso de “Rectificación de Errores y Tendencias Negativas”. El error consistía en haber copiado el modelo soviético y no era poca cosa, sino la génesis de muchos problemas. Al abandonar su orientación original y renunciar a su propia versión del socialismo, la Revolución Cubana dio un salto atrás. Las esperanzas de que mediante la labor de las instituciones revolucionarias y a través de la crítica pudiera perfeccionarse el modelo socialista en su conjunto no se justificaron. La opulencia de la coyuntura prevaleció. Si bien Fidel Castro se percató a tiempo que el uniforme modelo económico del socialismo real, era portador de carencias y defectos genéticos que al trasladarse a nuestro entorno creaba riesgos mortales, no pudo avanzar hasta el final porque la crisis se precipitó y obligó a descontinuar la Rectificación. Aunque en aquel momento su visión fue providencial, la obra no pudo ser completada. En la medida en que, de discurso en discurso, mediante dosis cuidadosamente calculadas, como era su peculiar modo de socializar las ideas, formar consenso y hacer conciencia, Fidel Castro se adentraba en la critica a la copia en la economía, algunos testigos, se mantenían expectantes para el momento en que aquella cruzada provocara una reacción de la cúpula soviética, todavía dominada por el inmovilismo; también se esperaba que, en algún punto, los enjuiciamientos de Fidel trascendieran la cuestión económica y rozaran las esferas institucionales, políticas e ideológicas. Según mi punto de vista de entonces y que todavía no ha cambiado, la Rectificación no podía aludir sólo a la economía, sino que obligatoriamente tendría que referirse al proceso iniciado en la segunda mitad de la década del setenta con el Primer Congreso del Partido que no era exclusivamente económico, yo diría que ni siquiera predominantemente económico. En aquella época, como parte de la corrección de los errores del idealismo que presuntamente caracterizaron a la primera década de la Revolución, se avanzó hacía la “institucionalización” que ponía fin a la provisionalidad revolucionaria y daría perfiles más acabados al Estado y a todo el sistema de instituciones del país. Creyendo que se hacía lo correcto, las instituciones del socialismo real fueron asumidas como un producto acabado, una especie de modelo “Prêt-à-porter (listo para llevar). En realidad ocurrió que, del mismo modo que no fue apropiado copiar el sistema económico, tampoco lo fue el traslado mecánico de las instituciones y las prácticas que forman la superestructura social. Si bien antes del debut de Gorbachov, Fidel percibió las carencias que hacían inviable el modelo económico del socialismo real, es impensable que con su cultura y con su experiencia, no se percatara también de los errores teóricos, de las fallas ideológicas y de las imperfecciones de sus instituciones políticas, entre ellas del Estado y del Partido. Mi respuesta es ¡No! Para Fidel, quien comprende perfectamente que en política “se hace lo que se puede en el momento que es factible”, debe haberse tratado de una cuestión de prioridades. La política tiene una secuencia y un orden de precedencias. Se trata de un dilema frecuente que involucra no sólo aquello que es preciso hacer, sino al ritmo y en el orden que debe ser realizado. Personalmente no tengo dudas (tampoco pruebas), de que el Proceso de Rectificación hubiera conducido a la Revolución Cubana a una revisión integral y esencialmente constructiva del modelo socialista, cosa que la caída del socialismo en Europa Oriental y la desaparición de la Unión Soviética abortaron. No fue la falta de voluntad política, sino la crisis del socialismo, la agresividad norteamericana y el espíritu vengativo de la contrarrevolución quienes impidieron a la Revolución hacer su autocrítica y avanzar en la Rectificación, fenómenos en parte todavía vigentes y que forman círculos que es preciso romper, tal vez con la determinación y del modo como Alejandro desató el “nudo gordiano.” A diferencia de los riesgos de las reformas que a pesar de ser muchos pueden ser previstos y conducidos; la no acción crea incertidumbre y puede dar lugar a situaciones no previstas. A estas alturas, no parece prudente esperar a que el imperio americano asuma posiciones suficientemente moderadas que permitan a la Revolución dar pasos al encuentro. Las inconsecuencias y la falta de determinación de Obama que no quiere (o no puede) avanzar en esa dirección, no debieran ser un freno sino un acicate. |
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