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martes, 23 de octubre de 2012

Más allá de las urnas Por Miriam Celaya. Fingir que Votas

Más allá de las urnas | Diario de Cuba

EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO

Más allá de las urnas


La apatía ante las 'elecciones' castristas contrasta con las largas colas para efectuar trámites migratorios, obtener visados, o las fugas de deportistas, médicos y otros profesionales.
Votante ante una mesa electoral, La Habana. (SONANDOLAREVOLUCION.WORPRESS.COM)
Todavía frescas las imágenes de las recientes elecciones venezolanas, en las que hubo un alto porcentaje de asistencia a las urnas, con numerosas colas ante los colegios electorales, y en las que reinaba un ambiente de entusiasmo, los llamados "comicios" cubanos de este 21 de octubre han destacado por crudo contraste: la apatía y el desinterés han sido los signos más relevantes de una jornada que transcurrió sumida en la mayor grisura, como corresponde a un país en el que hace décadas la gente sabe que no hay nada que esperar de los "elegidos", que el sistema electoral es tan falso como el sistema político que lo creó y que el pueblo —contrario incluso a la mismísima Venezuela— no tiene absolutamente ningún poder de decisión en los destinos de la nación.
Cada cubano conoce que tras este remedo de elecciones con boletas, urnas y pioneros para seleccionar un sujeto con una anodina biografía, que inútilmente estuvo expuesta durante dos o tres semanas tras una vidriera, todo seguirá igual. De hecho, la realidad apunta a que todo seguirá peor.
El peón que resulte seleccionado no tendrá poder ni siquiera para remendar la perenne fosa de albañales que, incólume, seguirá vertiendo generosamente su fetidez desde cualquier esquina del barrio. Tampoco podrá solucionar el eterno "problema del pan", la primera gran demanda política de un pueblo hambreado desde que se instaurara el sistema electoral vigente.
Un recorrido por la capital el pasado domingo ofrecía el mismo aspecto de otro domingo cualquiera. Las colas de las panaderías y de los mercados burlaban la desolación de los colegios electorales, apenas con escasos electores. A cuentagotas, de mala gana, como autómatas, la gran mayoría de quienes fueron a las urnas respondían con una docilidad de rebaño al conjuro de supuestas represalias: "Voy para no marcarme", "no quiero señalarme", "ya tú sabes, no quiero perder el trabajo, las cosas están difíciles", han sido las razones de muchos de ellos (¿las Razones de Cuba?).
Otros llegaban incluso a niveles de mayor orfandad cívica: "Yo voy un momentico, marco cualquier cosa y ya me quito eso de arriba". Y no faltan los que creen que el ejercicio del voto es obligatorio: "¡¿Qué tú no votas?! ¿Estás loca, chica, no sabes que ellos se dan cuenta porque tienen una lista y saben quiénes no van a votar?". El gobierno finge que hace elecciones y la gente finge que elige; una estafa mutua en la que siempre resulta un solo perdedor.
Sin embargo, lo más elocuente es que en esta misma semana recién transcurrida, los cubanos andaban despelotados tratando de conseguir la Gaceta Oficial, haciendo colas ante los estanquillos y comentando a viva voz los rumores del momento. La causa, ni más ni menos, era la publicación de la muy esperada reforma migratoria. Cierto que ésta no ha sido más que otra engañifa del General y su séquito, apenas una maniobra de prestidigitadores que ya no pueden ocultar la naturaleza perversa de sus trucos. Pero la realidad es que semejante interés por cuestiones migratorias demuestra cuál es el verdadero anhelo de una gran masa crítica de cubanos, fundamentalmente jóvenes: emigrar, escapar, viajar fuera de la isla maldita; una motivación más fuerte que salvaguardar el poder de la casta gobernante, una esperanza más poderosa que la promesa vacía de un futuro que se detuvo un primero de enero, hace casi la friolera de 54 años.
Con seguridad, los medios de difusión del gobierno se pronunciarán una vez más con todo triunfalismo para proclamar el "apoyo del pueblo a su revolución", refrendado en una astronómica cifra de asistencia a las urnas. Por mi parte, creo que el plebiscito se está haciendo a diario en la constante afluencia de cubanos que acuden a las oficinas de trámites migratorios, en las enormes colas ante la Oficina de Intereses de EE UU para lograr una visa, en las solicitudes de visado que llueven sobre numerosas embajadas, en la fuga de deportistas, médicos y otros especialistas que tienen la oportunidad de salir de la isla-cárcel.
El plebiscito está también en la apatía social, en la creciente corrupción, en la desobediencia, en el incremento de la sociedad civil independiente y se refleja incluso en la represión como recurso desesperado del gobierno para tratar de contener el descontento.
Hoy, una gran cantidad de cubanos aspira a emigrar; otro sector importante aspira a impulsar cambios sociopolíticos profundos y una abrumadora mayoría se siente frustrada con el sistema. Más allá de las urnas y a despecho de las vetustas charreteras verdeolivo, decenas de miles de ciudadanos hemos elegido ya nuestro propio destino. Ahora solo resta que lo hagamos.


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