La familia partida

Este viernes estábamos pendientes de las noticias que llegaban de Cuba. Un grupo de opositores pacíficos, incluyendo a la reportera Yoani Sánchez, había sido encarcelado en la provincia de Bayamo para evitar que éstos dieran cobertura al juico del español Ángel Carromero, imputado por las autoridades militares en el homicidio involuntario de los luchadores anticastristas Oswaldo Payá Sardiñas y Harold Cepero.
Paralelamente, en Miami, en la vivienda del pintor cubano Humberto Calzada, se celebraba la quinta entrega de un ciclo de conferencias sobre música cubana que imparte el investigador José Antonio García. La línea de conexión entre ambos sucesos era Yunia, hermana de Yoani y esposa del conferencista.
Antes de llegar al lugar pensábamos en que podía estar afectada, incluso en que no estaría presente. Pero no. Acompañó a su marido de principio a fin y todo se desenvolvió con normalidad. Comenzó a estar pendiente del teléfono al final de la ponencia.
¿Sangre fría o profesionalismo?
¿Está acostumbrada a estos vaivenes de la férrea política interior castrista que tiene a su familia en vilo?
Parece ser que sí, pero hay más.
Se trata de una mujer con un semblante inmensamente joven -tiene 38 años- y con una elegancia envidiable. Es el denominador común de una generación nacida en dictadura que ha empleado todos sus recursos humanos en luchar contra la decadencia. Buena parte de sus sueños han sido cumplidos. Vivir en democracia, trasladarse con su hija y esposo a un país donde las cosas elementales funcionen, y entiéndase por esto el respeto al correo postal, el acceso libre a internet, el respeto a la propiedad privada, el derecho a opinar.
En una conversación a corta distancia, se pudiera decir que está feliz. ¿Pero cómo lleva los riesgos que corre su hermana?
Los lleva mal, sin duda alguna. Es la hermana mayor (solo por un año y nueve meses) y la echa de menos. Sin embargo, la admira. Yoani -dice Yunia- es una mujer frágil detrás de una coraza.
Mientras hablamos, mira alternativamente su teléfono móvil. Está tranquila, alejada en un sofá cuando se producen decenas de tertulias particulares entre esos cubanos que llevan muchos años aquí y han perdido el susto de las noticias. Grosso modo, me cuenta su vida en Centro Habana, su carrera inconclusa de Ingeniería Industrial y su entrada en el mundo farmacéutico. De esto último vive en Miami.
Pero la gran sorpresa viene cuando explica que ha ganado dos veces el sorteo internacional para ingresar en los Estados Unidos. Según la teoría de las probabilidades, esto es muy raro que suceda. Le pregunto si jugará a la lotería aquí. No dice que no ni que sí. Sonríe.
Su preciosa hija -sexto grado- no aguanta más estar sola y se acomoda en el sofá con cierta vergüenza. Incorporo a la pequeña con la clásica pregunta:
-¿Cómo te va en la escuela?
Yunia lleva unos pendientes perlados y una blusa blanca y negra con lunares. Tiene clase. Mide sus palabras sin que se haga demasiado evidente. No es el centro de la noche. No espera una entrevista, solo una confirmación en Twitter que diga que su hermana ha sido liberada.
En efecto, la notica parece haber entrado en ese sofá de Miami, según el estado de cuenta de Yoani Sánchez que revisamos pocas horas después.
Hoy en día las nuevas tecnologías hacen sufrir menos a las familias cubanas y en definitiva los artilugios cibernéticos son los que derrumbarán la dictadura.
Mientras ocurra el cambio -según la prestancia de Yunia y de su esposo e hija-, seguiremos asistiendo al día a día y cumpliendo una agenda de trabajo.
No hay otra posibilidad para preservar la mente.
Con Yunia Sánchez se cumple el axioma que dice que detrás de un gran hombre existe una gran mujer.
Es un placer conversar con ella cuando su marido acaba de impartir una conferencia magistral. Se obtiene el fundamento, digamos, de esa gran puesta en escena.