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martes, 23 de octubre de 2012

BARRIO BLOG, otro blog cubano: Carta abierta de un padre, miembro de la Brigada 2506, a su hijo. Las historias que no nos contaron en Cuba

BARRIO BLOG, otro blog cubano en las afueras: Carta abierta de un padre, miembro de la Brigada 2506, a su hijo. Las historias que no nos contaron en Cuba

EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO

Carta abierta de un padre, miembro de la Brigada 2506, a su hijo. Las historias que no nos contaron en Cuba

Editada por Julio César Soler Baró
por solicitud explícita de su autor, un Hermano Mayor en el Exilio

Memorabilia de la Brigada 2506, en Miami. (AP)
A mi hijo:

Ayer, mientras me disponía a salir de casa, transcurridos 50 años del desembarco por Bahía de Cochinos, me preguntó mi hijo: “Viejo”, qué aprendiste de aquella experiencia.

Y confieso te respondí luego. Pero en caso de que no hayas escuchado mi respuesta entonces, hijo, esta es mi respuesta para ti.

Aprendí que mi coraje no alcanza a ser una fracción de lo que fue el de Sergio Miyares, un compañero de la escuela, quien sosteniendo en sus brazos una ametralladora calibre 30 disparaba parado en medio de la carretera, mientras cientos de milicianos avanzaban disparándole. O el de Rolando Pérez con su bazuca gritándole a los tanques: cobardes acérquense, mientras les estremecía con sus misiles, o el de Rigoberto Varona, quien al darse cuenta de que se me habían acabado las municiones y de que yo estaba atrapado, regresó para salvarme, contra todo pronóstico, mientras las balas llovían alrededor de nosotros, o el de cientos de ejemplos similares que podría contarte.

Aprendí que no sé si tengo la increíble integridad de Waldo Castroverde y de otros siete miembros de la Brigada 2506, quienes luego de haber sido temporalmente liberados de prisión para negociar en los Estados Unidos un intercambio de prisioneros, regresaron voluntariamente a prisión para reunirse con sus hermanos y cumplir una sentencia de 30 años en condiciones infrahumanas.

Aprendí que no tenía, ni cercanamente, la madurez de muchos de mis contemporáneos. Carlos Onneti, o Carlos de Varona, otro compañero de clases, que ya siendo prisioneros confrontaron cara a cara a Fidel Castro en materia de política y moral en la televisión nacional.

Aprendí la alegría de dar cuando no tienes casi nada o nada que dar, y por definición sin esperarte nada a cambio, y como este sentimiento  llenaba cada segundo en prisión.

Pude conocer y admirar a hombres inmensamente sabios y honorables, de razas, economías y de  ascendencias sociales y creencias religiosas disímiles.

Yo aprendí, con grandes dificultades en un inicio, a respetar el sacrificio de aquellos que en el bando opuesto creyeron que ellos también ofrendaban sus vidas en defensa de su patria. Pero sobre todas las cosas, he pasado toda mi vida lamentando que nuestra patria no haya tenido la oportunidad de ser guiada por esos increíbles hombres que todavía hoy, después de medio siglo, lo cual me honra y me hace sentir dichoso, me llaman hermano.




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