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lunes, 4 de junio de 2012

EL INGENIO DEL CUBANO. Pinceladas de la cotideanidad

Apuntes de una Periodista, por Angélica Mora: EL INGENIO DEL CUBANO

EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO

EL INGENIO DEL CUBANO
4-06-2012
Aimée Cabrera
Vendedor callejero. Foto: Aimée Cabrera.


Los últimos meses han aportado al paisaje capitalino un toque de pinceladas mezcla de choteo, gracejo y hasta buen gusto, cuando cientos de cuentapropistas han tomado las calles por asalto, haciéndole la competencia a los trabajadores estatales.

Si bien algunos locales privados no cuentan con la amplitud y privacidad necesarias, es bueno aclarar que sus trabajadores se esfuerzan en la higiene y en preparar emparedados, raciones de comidas y otras ofertas, en el momento en que la persona pide lo que desea.

El domingo 27 de mayo no había pan en la panadería responsabilizada con despachar el pan normado a varios centenares de vecinos de La Candeal, sita en San Lázaro y Hospital, en el municipio Centro Habana.

A varias cuadras sin embargo, en las otras panaderías cercanas había pan liberado, un poco más caro, y sus clientes compraban “el que toca por la libreta”. Los que llevaban algo de dinero para ver qué conseguían para la tarde del domingo en que todos están en casa, incluyendo a las visitas, tuvieron qué escoger.

Los carretilleros con sus vegetales, frutas y viandas apurados por coger dinero y rebajando en algo sus altos precios. Si no tienes donde echar la mercancía ellos tienen bolsas a peso.

Las carretillas con bolsas de nailon de color azul, llenas de palitroques o galletas tostadas, incluían además la venta de queso crema para untar. Sus vendedores atentos, no paraban de despachar.

Una música grabada se apoderó del barrio de Cayo Hueso, a escasos metros del Callejón de Hammel, poco antes del medio día, los niños corrían y los adultos trataban de ver de dónde provenía.

Era la grabación que traían antes los carros que vendían helado, todos desaparecidos. No obstante, un vendedor con su carro minúsculo y su bocina a todo lo que daba, iba orondo rodeado de la chiquillería como todo un Flautista de Hammelín.

Risueño y atento paraba para despachar y complacer a los amantes del helado en estos días de intenso calor. A modo general, la gracia con que pregonan su mercancía, su seguridad y complacencia establece la diferencia de forma abismal de quienes brindan sus servicios al público, y son estatales.

Tamales, empanadas y pizzas calientes, yogur casero bien espeso, jugos naturales bien fríos van apoderándose del gusto capitalino que va dejando atrás lo poco que se vende sin calidad en los establecimientos estatales, de los que no se excluyen las mercancías en moneda convertible, las que en ambos casos van convoyadas con la mala cara y la estafa.

“Paletica de helado, cubierta de chocolate”, “maní calientico, garapiñado y salado”, “galletas, palitroques y queso crema, cómprame”, es un ir y venir de vendedores a los que no siempre pueden hostigar los inspectores. Ellos a su manera resuelven en el momento preciso, en esas tardes dominicales en que la mayoría de los establecimientos están cerrados.

Una señora tira su jaba de tela atada a una soga al vendedor de pan y mantequilla. Ella lo saluda y le pide que esté como a ella le gusta, él sonríe y asiente con la cabeza, depositando una barra de pan olorosa y otra de mantequilla en la bolsa de tela raída. Son poco más de las 10 de la noche “hace más fresco y menos calor a esta hora, y vendo muy bien”- dice el joven cuentapropista que arrastra su carretón de madera hermético y se dirige hacia quienes lo llaman desde los balcones.

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